Diego Maximiliano Giubergia nació en la ciudad Autónoma de Buenos Aires el 3 de julio de 1971.
Cursó la carrera de publicidad en la Fundación de Altos Estudios en Ciencias Comerciales a partir del año 1990, especializándose en Redacción Publicitaria en la Asociación Argentina de Agencias de Publicidad.
Trabajó durante varios años en el departamento creativo en diversas agencias de publicidad.
Su primera aproximación al dibujo se produjo durante su adolescencia, en donde copia durante noches enteras las ilustraciones de la famosa revista Fierro. Llevado por el alto contenido emocional y erótico de los dibujos de la revista, se dedica a imitarlos de manera autodidacta.
En el año 2000, ávido de nuevas experiencias, viaja al Brasil, en donde vivirá los próximos 5 años. Desde un primer momento se sentirá profundamente atraído por el tratamiento del color y el espíritu descontracturado de la gente para vivir en libertad cerca del mar.
Vive un año en la isla de Tinharé en Bahía. Luego viaja por varios lugares de la rivera brasileña, hasta que finalmente se instala en la ciudad de Natal. Allí, cautivado por el sol intenso y el aire puro, emprende la práctica del surf, aprende los secretos del arte del tatuaje y comienza a estudiar dibujo en el taller de Edilson dos Santos. Los dibujos de esa época están marcados por el profundo color del África negra, la influencia definitiva de sus horas como tatuador y la experiencia directa con la vida en la selva. Los materiales preferidos son, en su mayoría, el crayón de óleo, los lápices acuarelables y la carbonilla.
En 2005 regresa a Buenos Aires, decidido a continuar su formación como pintor. Comienza a estudiar pintura con Gustavo Rubinstein en la Asociación Estímulo de Bellas Artes. Durante 2 años dibuja modelo vivo y descubre el óleo, pintura que lo fascinará por su textura. A pesar de la rigurosidad del dibujo anatómico del cuerpo humano, el taller es libre. Cuando se lo consulta, Giubergia destaca esta cualidad como fundamental en el desarrollo de su pintura. De manera natural, su talante expresionista marcará el ritmo de su pinturas y dibujos: trazos bien marcados y colores intensos cargados de materia.
Realiza muestras colectivas en la Asociación de Estímulo para las Bellas Artes y en la Asociación Cristiana de Jóvenes.
En 2008, y continuando con su búsqueda, comienza a estudiar con el escultor Claudio Barragán, hijo del notable pintor Julio Barragán. En el taller adquiere más libertad y un contacto más directo entre el maestro y su alumno. Escuchan tangos y, mientras uno esculpe, el otro pinta. Ve a Claudio trabajar sus enormes máscaras en madera e intercambia experiencias de vida con él y otros alumnos. Es en ese ambiente ideal para el arte es que la obra de Giubergia cobra una dimensión diferente.
Actualmente Diego sigue en la permanente búsqueda de un estilo que sea su sello personal.